SIGNOS LAPIDARIOS

Definición

Los signos lapidarios aparecen ya en la Antigüedad (BEGG 2004) con los mismos matices que podemos encontrar en la Edad Media. Persisten todavía en Bizancio en el siglo VI, pero después desaparecen para reaparecer a principios del siglo XI y difundirse hasta el periodo moderno.

Cuando uno desea abordar el tema de las “marcas de cantero”, primero debe tener en cuenta el problema de la terminología (VAN BELLE 1983). Existen una cantidad importante de signos grabados o pintados sobre las piedras de las construcciones medievales que se agrupan en distintas categorías, todas ellas estudiadas por la gliptografía. En este sentido, sería más adecuado emplear los términos “signos lapidarios” en lugar de “marcas de cantero”, ya que estos signos no solo fueron utilizados por lapicidas y otros especialistas del oficio de la piedra para cobrar su trabajo, sino que también tuvieron otros usos. El ejemplo de las marcas de la actual capilla de San José de la Seu de Manresa, casi todas relacionadas con el gremio de los zapateros, refleja perfectamente este tipo de problema (FRAGO I PÉREZ 1987).

Si dejamos a parte los signos no vinculados con el trabajo de los obreros de la piedra (es decir, grafiti, cruz de consagración, inscripciones de varios tipos, etc.), podemos afirmar la existencia de dos tipos principales de signos que son, por una parte, signos que permiten colocar las piedras en una posición precisa o en un lugar específico dentro de la construcción y, por la otra, signos que suelen interpretarse como una manera de relacionar el trabajo de escultura de la piedra con su autor (persona o equipo).

FORMA Y EMPLAZAMIENTO

Estos signos pueden ser tallados, grabados, dibujados (con carbón, o tiza, por ejemplo), e incluso, los signos tallados pueden ser coloreados con pintura. Por razones de conservación y quizás de uso, entre los signos conservados de la Edad Media los más frecuentes son los tallados. Se hallan normalmente en el paramento, pero también pueden encontrarse en las otras caras de los sillares. Generalmente, los signos lapidarios se hallan solamente en algunas piedras de un edificio, y a veces aparecen en una parte muy determinada y homogénea del mismo (cúpula, dovelas, portada…). No existen casos en los que todas las piedras presenten una marca, pero sí ejemplos en los que casi todas han recibido una (paramento de la torre Saint-Laurent del Palacio de los Papas en Aviñón). Del mismo modo, son raros los casos en los que no fue grabada o dibujada ninguna marca (ESQUIEU et al., 2007). 

Las formas de los signos se dividen en distintas categorías, a veces relacionadas con su función, que son: letras, signos geométricos, signos figurativos (a menudo una herramienta vinculada con la talla de piedra) números romanos (generalmente usados para ubicar una piedra dentro de una serie), marcas dobles (dos tipos de marcas en una misma piedra), y finalmente, un nombre completo, a veces seguido de la inscripción me fecit.

 USO Y SIGNIFICADO

Existen varios tipos de signos lapidarios. A partir de sus funciones, podemos establecer diversas categorías: 

  1. Las marcas de colocación (marques de pose) se encuentran en una de las caras de la piedra para indicar respectivamente el lecho (lit de pose), el sobrelecho (lit d’attente) o una cara lateral. Permite, entre otras cosas, asentar la piedra a hoja o a contrahoja.
  2. Las marcas de ensamblaje que permiten unir dos bloques hechos para ir juntos. Por ejemplo, las dovelas de un arco pueden recibir este tipo de marcas. Concretamente, ya se hallan  a finales del siglo XI en los arcos de la tribuna de la girola de la catedral de Santiago de Compostela (ALEXANDER, MARTIN 2014) y en las dovelas de la abadía Santa Fe de Conques. 
  3. Las marcas de ubicación, un poco distintas de las marcas de ensamblaje, permiten colocar una escultura en un sitio determinado. Se difunden sobre todo en el periodo gótico, al mismo tiempo que se multiplica la decoración escultórica de las fachadas y la estandarización constructiva. En este sentido, el caso de la catedral de Reims ofrece un ejemplo muy interesante, dado que varios sistemas de signos de ubicación fueron empleados en las estatuas (HARMANN-MACLEAN y SCHÜSSLER, 1993)
  4. Las marcas de módulos se utilizan sobre todo a partir del siglo XIV, para distinguir una serie de bloques de piedra cuyo tamaño corresponde a un sillar del aparejo. 

A parte de estas marcas funcionales, encontramos toda una serie de signos con una función que no ha sido determinada con total certeza. Sin embargo, la historiografía ha sugerido que estos signos a  menudo eran utilizados para identificar los sillares tallados por un determinado cantero, con el fin de remunerar su trabajo.  Eugène Viollet-le-Duc fue el primer en sugerir esta idea, cuando escribió en su Dictionnaire raisonné de l’architecture française (1854-1868, VI, p. 454-455) que las marcas de cantero constituyen una prueba de que los canteros no eran remunerados por jornadas, sino en función de su labor. Esta hipótesis cuenta con varios problemas, entre los cuales podemos destacar el hecho de que los signos raramente aparecen en todas las piedras de un edificio, sino que fueron tallados solamente en algunas. Evidentemente, podemos suponer que un signo sólo es válido para una serie determinada de piedras. Pero si la función para estos signos propuesta por Viollet-le-Duc es la acertada, ¿por qué no emplear un tipo de marcación más sencillo y efímero, es decir, dibujar o pintar el signo en lugar de grabarlo? Además, la gran diversidad de marcas en algunos edificios impide relacionarlas con individuos (483 marcas distintas sólo en la torre del pueblo de Vincennes (CHAPELOT, 1994). Otras hipótesis distintas serían considerar estas marcas como una prueba del estatus de algunos canteros, como marcas de control, o bien como lotes de piedras.

Obviamente, no podemos generalizar y es necesario diferenciar en función de los periodos, las regiones y las obras. Cada sitio supone una manera distinta de obrar. Por ejemplo, en la arquitectura religiosa de la Provenza románica los signos lapidarios se relacionan con personalidades de escultores, que pueden seguirse desde una iglesia hasta otra. En cambio, a veces los signos aparecen únicamente en una parte muy definida de un edificio (apeo, segmento de bóveda, cúpula, arcos, etc.) y pueden interpretarse con la presencia de un equipo de canteros especializados, encargados de construir una parte importante del edificio, o como un tipo de firma colocada en un espacio privilegiado del monumento (Y. ESQUIEU et al., 2007). También cabe recordar que un signo puede ser tanto individual como colectivo (un equipo). Finalmente, debemos subrayar que algunos signos son muy frecuentes, como la “A”, que se encuentra en todas regiones y épocas, aunque la onomástica revela que los nombres empezando con esta letra son mucho más escasos en la Edad Media que los empezados por una “R” o una “P” (Y. ESQUIEU 1992).

En definitiva, este abanico de usos variados en un mismo edificio demuestra la complejidad de interpretación de los signos lapidarios, tal y como Lei Huang ha demostrado recientemente en su estudio de las marcas de la abadía Santa Fe de Conques (Huang, 2014).

 

Testimonios

  • Marcas de la actual capilla de San José de la Seu de Manresa, casi todas relacionadas con el gremio de los zapateros.
  • Paramentos de la torre Saint-Laurent del Palacio de los Papas en Aviñón.
  • Arcos de la tribuna de la girola de la catedral de Santiago de Compostela (finales del siglo XI).
  • Notre-Dame-du-Port, Clermont-Ferrand, Francia (siglo XI).
  • Catedral de Reims, estatuas de las portadas occidentales (siglo XIII).
  • Torre del pueblo de Vincennes (Île-de-France).
  • Abadía de Santa Fe de Conques (Aveyron, Francia), segunda mitad del siglo XI.
  • Iglesia de Santiago de Agüero (Huesca), segunda mitad del siglo XII.

Texto: Térence Le Deschault de Monredon

Bibliografía

LECOTTÉ 1979: 61-74; BLANCHET 1904: 109-117; VAN BELLE 1983: 29-43; FRAGO I PÉREZ ET AL. 1987: 23-26; ESQUIEU 1992: 117-129; MARTINEZ BUENAZA 1992: 331-346; HARMANN-MacLEAN I SCHÜSSLER 1993: 1 ; CHAPELOT 1994:106; VAN BELLE 1994; REVEYRON 2003: 161-170; IAN BEGG 2004: 1-25; ESQUIEU ET AL. 2007: 331-358; ROMERO MEDINA 2012; ALEXANDER –MARTIN 2014: 143-163; HUANG  2014.